Hace tanto tiempo que no tiento las plumas o el significado de ellas que temo rondar las letras pero no acertar en el mensaje. De todos modos lo haré, ya que las sedas del abandono sólo caen con movimiento y energía de un alma que pretendo hacer regresar.
Quizás no hayan sido meses de júbilos y fuegos artificiales, incluso las sonrisas se veían forzadas por mis labios casi inertes, pero quiero salir y huir de la melancolía y recuerdos imaginarios, huir de la persona que se mantiene en mi memoria lúcida.
Todas las noches me paseo entre las peligrosas manos de lo irreal e inconsciente, empapándome de lo que más deseo que ocurra, de lo que menos posibilidades acumula.
Me grito a mi misma que le deje ir, pero siempre vuelve, y sólo quiero perderlo del campo de visión, de mi campo de audición, de mi campo de vida.
¿Por qué sufrir así por alguien que ni siquiera te recuerda?
Es tan injusto.
Tanta energía perdida, tantas paradas de ritmo cardíaco, tantas fuerzas por no contarle lo que te ocurre.
Todo está perdido. La posibilidad, la palabra, la esperanza, la ayuda y el disimulo.
Ojalá pudiese añadir a esa lista mi recuerdo.

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