Las historias se cuentan por millones.
Otras valen millones.
Millones no valen nada.
Las historias tienen un sinfín de rostros.
Nítidos y olvidados.
Las historias son recuerdos.
Las historias no tienen que ser reales.
Las historias son nuestra vida.
Pero no hay nada mejor, que una historia dentro de otra.
A veces, me siento idiota, y creo que en un futuro
padeceré el síndrome de Diógenes.
Pero no el de abarrotar basura en mi casa, sino el de
abarrotar mi cabeza de recuerdos.
Para mí, todos son importantes, no quiero olvidar nada.
Temo olvidar.
Ojalá tuviese un pensadero, para dejar espacio en mi
cabeza.
Para mí todo tiene valor.
Cualquier cosa. Cuanto más ínfima, mayor valor.
¿Sabes por qué?
Porque las cosas ínfimas son las que menos se recuerdan,
y se pierden.
¿Y has visto alguna vez carteles de “Se busca recuerdo
pequeño”?
No.
Porque no le dan importancia.
He aquí la respuesta de escribir la fecha de lectura en
todos mis libros, y no sólo yo, sino todo el que los lea.
Quiero que mis libros guarden su historia, y a su vez,
guarden todos los momentos de esa persona mientras lo tuvo.
Quiero la fecha exacta de cuando abrió sus páginas y
comenzó una historia a sumar.
Quiero que dentro de muchos años, cuando vuelva a abrir
ese libro, vea nombres y fechas.
Nosotros queremos vivir más de una vida, y por eso
leemos.
¿Por qué voy a quitarle el derecho a un libro de vivir más
vidas a parte de la suya escrita?
Quiero abrir esa página y ver nombres de personas que
echo de menos, personas que siguen ahí o personas que ya se han ido.
Todas están en esa página, y no se irán.
Por eso es tan importante que tu nombre, Lucía, esté
escrito bajo el mío en “Las aventuras de Sherlock Holmes”.
Mi libro, lo has leído tú.
Formas parte de mi historia, y de la suya.
Estarás ahí siempre.
Y debemos sumarle otro significado; lees las aventuras
del detective más famoso del mundo, de ese hombre, ficticio, que nos ha unido.
Gracias Sherlock.
Es bonito buscarle significado a todo.
Haces que ese mundo real sea mucho más personal.
Y siempre sientes que ves más allá de lo que otros no pueden
o no quieren.
La estupidez es una enfermedad con poca probabilidad de
cura, y una de sus consecuencias es herir a todo aquel que vean que no está
enfermo.
Cada objeto tiene su etiqueta opaca. Y no hay nada más
para ellos.
Es triste.
Mi vida está llena de metáforas.
Las metáforas son de color morado.
El morado es un color que me encanta.
Habrás leído esto, pensando en qué tiene que ver con tu
cumpleaños.
Pero no quería que fuese la típica felicitación.
No es egocentrismo, al hablar de mí. Ésto que está aquí,
es algo más que yo, más profundo que eso.
Escribir líneas sin relación con la anterior es mi
especialidad.
Las historias no tienen porqué tener sentido, ni estar
unidas a la anterior con puntos y comas.
Las historias surgen.
Las historias fluyen.
Lu.
Gracias por ser parte de mi historia, y llenar capítulos.
Gracias por escribir en las hojas nocturnas.
Gracias por tachar las oraciones oscuras y resaltar en
mayúsculas las tuyas propias.
Gracias por no tener sentido tantas veces.
Gracias por buscárselo a muchas otras.
Gracias por los títulos.
Gracias por no dejarme parar de escribir.
Gracias por no devolverme nunca la pluma que te dejé hace
un año.
Gracias por decorar en los márgenes.
Gracias por no poner “FIN”.
Gracias por los recuerdos.
Y dejemos que continúe.
Que las mejores historias son esas que sabes que nunca se
acaban.
Feliz cumpleaños.
Una amiga
que te quiere muchísimo
y siempre estará dispuesta a
mostrarte todo eso que no eres
capaz de ver
en ti misma.

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