De las venas sale sangre.
Gris, azul, rosa, verde, amarilla o negra.
El rojo es demasiado obvio.
Por todos aquellos que dentro tienen algo más que una fisionomía típica.
Que dejan salir la música sin palabras o tensión de cuerdas.
Aparentan ser de carne y hueso, cuando deben añadir más material.
Déjenme explicar, con mi palabrería febril, que las luces que promueven nuestros pensamientos son ecos imprecisos de la inspiración. Y todo llega en la situación más errónea, llena de vaguedades por hacer, sin la más mínima importancia comparada con crear y deber.
Deber a este mundo triste y de baladas incompletas algo de color y luces a las que mirar.
Rostros que seguir.
Ojos que sorprender.
Porque tú, piensa.
Y por un segundo, deja que te invada la idea del arte y su inmensidad.
Es como que no necesitas respirar.
Como si te quedase todo por aprender.
Había muchas historias que aún quedaban por contar.
Y mentí sobre ello.
Que la mayor de las aventuras quedaba por venir.
¿Quién nos va a parar? ¿Quién me iba a silenciar?
Y decidí volver.
Decidí correr.
Entonces los secretos envuelven mis palabras, y el aliento junto a mi cama susurra silencio.
Como de atrapado debo encontrarme, si elijo aplazar todo cuanto quise.
Decidí correr.
Hacia atrás.
Apartar cuanto me gritaba recordar.
¿Quién me iba a silenciar?
Y decido no pensar más.
Que siempre fui yo, y eso me hizo caer.
Hacia atrás.
Y mentí sobre ello.
Que la mayor de las aventuras quedaba por venir.
¿Quién nos va a parar? ¿Quién me iba a silenciar?
Y decidí volver.
Decidí correr.
Entonces los secretos envuelven mis palabras, y el aliento junto a mi cama susurra silencio.
Como de atrapado debo encontrarme, si elijo aplazar todo cuanto quise.
Decidí correr.
Hacia atrás.
Apartar cuanto me gritaba recordar.
¿Quién me iba a silenciar?
Y decido no pensar más.
Que siempre fui yo, y eso me hizo caer.
Hacia atrás.
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