Tendemos a atribuir los adjetivos erróneos en situaciones cuyo sentido no les corresponde.
La valentía, esa que tanto se nombra y pocos poseen.
Y que decepción nos llevamos los cuerdos, que vemos en un mundo de polvo y penurias, un anhelo de bosques sin hojas.
En esa mayoría que dicen palabras sin entender, sin pensar.
Como si todo fuese un envoltorio que tirar.
Las palabras pierden el sentido en sus lenguas, las escupen sin compasión, para ser pisoteadas en el suelo por el público que sigue a los discursos eternos y vacíos.
Y nosotros intentamos proteger lo poco que queda en el poder mudo de las explicaciones.
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