Sentado en ese sillón que ahora me parece tan frío por muy cerca que me encuentre del fuego, y esta sala, llena de luz, cada vez es mas sombría.
El silencio, que tanto me hacia respirar, en estos momentos me ahoga como estar atrapado bajo el mar.
De adorar en odio el desorden que recubre las mesas.
Los papeles escritos que caen de las paredes.
El violín que ya no piensa ni consuela.
No puedo gritar. No quiero gritar.
Porque ¿y si en ese momento él decide hacerme una señal?
Un sonido.
No. Me mantendré en silencio mientras trato de llegar a la superficie.
Y ese violín, vuelva a sonar.
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