Quizás por segundos siento que retrocedo siglos.
Siguiendo el sonido de la elegancia en agonía.
Ese chirrido lustroso y fino que adoras escuchar.
Sonidos que penetran en tu alma, dándole movimiento de pluma.
Procedente de tal instrumento.
A pesar de su tamaño, tan pequeño y frágil.
¿Cómo con una lisa y fina rama del árbol prohibido puede hacerte volar a tiempos remotos de paz y muerte?
Su sonido embauca tanto como su figura diminuta y ligera.
Con curvas de olas de océano ahogados en madera de árbol resucitado.
Y cuatro cuerdas de fina plata atraviesan su silueta de un extremo a otro.
Y tal y como existe, es algo más.
Apoyando tu barbilla en él, como un amigo consolador.
Extender tu brazo en posesión de la vara que provoca que las notas bailen, rozar sus finas cuerdas y oír el sonido de los tiempos.
La música de los salones vacíos del pasado.

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